2.02.2022

Jóvenes.


 Eramos jóvenes.

Con los apuros del amor, desordenados en el cuerpo, en los pensamientos.

No existía el después, ni la perspectiva del tiempo que todo lo ordena.

El tiempo era más efímero que nunca y las hondonadas de sentimientos, también.

Fuimos jóvenes  para probarnos "lo" imposible, esa prueba era el único testimonio irrefutable.

Las obsesiones eclipsaron todo, y entonces el mundo se derrumbaba todo el tiempo, 

entre ansiedades, esperas, angustias, en la apuesta del todo o nada.

Y nada, era, asistir a la muerte, a la que tanto miedo teníamos.

Eramos jóvenes, la pasión anudo el lazo y el amor probó finales.

De esas urgencias, nos queda el recuerdo, pero ante todo una certeza,

morir de amor es una metáfora que nos enfrenta a la verdad de que, 

ni aún siendo jóvenes, se muere de amor.

Asistimos solemnes al funeral de la imagen de lo que el otro fue,

indignados, ante la imagen nefasta que el otro arma para tolerar separarse. 

En definitiva, el único temor era confirmar que ante la muerte la vida sigue.



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