9.14.2015

Los hijos del Culo


Fernando dejó los hábitos. Él conocía mejor que nadie la sensación de probar un disfraz para abordar la vida. Imaginate un pibe de 18 años viajando a Buenos Aires para internarse en un monasterio sin conocer el roce del amor y el desengaño del tacto. Él se marchó como si hubiera algo que dejar atrás para buscar adelante. Cuando regresó era todo un hombre, perdón, un religioso.
Pero no había perdido su sesgo de rebelión, quiso probar un rol solo para confirmar que no era por ahí, y así concluir que quizás la vida se tratara de ser actores, de ir probando personajes, escenarios, aprendiendo a empatizar, es decir, estar en los zapatos del otro. Él siempre decía:
-“Él otro capaz no te entiende no porque es malo, es guacho, es terco, no te entiende porque es otro”. Pero esa enseñanza no estaba en el manual de “cómo ser humano”.
Un Domingo se fue al Cotolengo, siempre andaba por lugares humildes, en el fondo el sentía culpa por animarse a ser, culpa que lo llevo a responsabilizarse frente a quienes no tienen los recursos, ni sociales, ni económicos, ni los recursos internos para transformar su vida. Se sentía responsable frente a los que no tienen.
Esa tarde se le acerco una vieja, Checha, con la piel curtida por el sol y la vida. Permanecieron en silencio contemplando a unos pibes que jugaban a la pelota. Checha rompió el ruido de los gritos:
-Fernando, todos estos son hijos del culo.
-¿Hijos del culo?-Repitió Fernando, impávido frente a la sabiduría de la vida encarnada en lo que el denominaba “la carencia”.
-Sí, Padre. A estos pibes no los espero nadie, no los esperaba ni un nombre.
Demoledor, “no los esperaba ni un nombre”. Los nombro el más caprichoso de los azares.
Fernando agarro su saco, clavo la mirada en la nada protegido por sus anteojos, arrastrando los pies por la tierra. Pensó en Cristian, el petizo del potrero que gambetea patadas y putea a las pibas, él no tuvo lugar en la vida de sus desertores padres.
Pensó en Milagros, la beba que encontraron en el basurero, nadie le pregunto si quería nacer abandonada al portento impenetrable de la vida.
Camino unos metro más y se subió a su camioneta donde llevaba los colchones para los inundados. Y ahí pensó en Pilar, una “chica bien” del colegio Fátima donde enseña ética Religiosa. Pensó cuando llorando le pregunto si las “caricias de su tío” eran amor  o abuso.
Y siguió pensando, se acordó de Juani, el “traga”, que estudia doce horas diarias con sus tutores porque sus papas aspiran a que compita en el mundo, como lo hacen ellos con sus profesiones, porque el único legado para su hijo es el progreso.
Y siguió pensando…
En ese anochecer, Fernando colgó el hábito y pegó un portazo. El párroco indignado al verlo partir en silencio sin siquiera explicar lo que pasaba, le grito:
-“¡¡Pero vos te volviste loco!!”
-Loco estaba pensando que era distinto, que tenía algo que ellos no tenían, que podría darles algo.

Y la verdad, Luis, es que todos en el fondo somos un poco hijos del culo.

1 comentario:

RURIMOR dijo...

Un repentino dolor de cabeza, a pesar de ello tengo que prender un cigarrillo, de algo tengo que agarrarme para re-pensar que aquello que en mi adolescencia escribía (es tan lindo vivir, que hubiera preferido no haber nacido. Ergo: soy hijo del culo) era descrito hoy por Cristal desde la culposa nada casi Sartriana de un actor existencial disfrazado de cura para la ocasión. Casi descubres a Kundera cuestionando la levedad y hablando de la mujer: La carga más pesada nos destroza, somos derribados por ella, nos aplasta contra la tierra. Pero en la poesía amatoria de todas las épocas la mujer desea cargar con el peso del cuerpo del hombre. La carga más pesada es por lo tanto, a la vez, la imagen de la más intensa plenitud de la vida. Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será. Tengo que recurrir a todas estas metáforas para no hablar de un desgarrante escepticismo que indudablemente presiento. Pero es mi óptica de veterano sobreviviente, si uso la de Cristal se que a esta altura de mi vida estará festejando la suya, mucho más sabiamente que muchos, porque ya es sabia...