12.29.2010


La fricción del contorno desdibuja una pequeña brisa cuando amenacé en la des-ilusión.
La continua necesidad de extasiar un cuerpo introduce en el alma una fatiga crónica, una especulación susceptible a todo tipo de juzgamiento y pre, también.

Preguntar puede ser en vano, hay momentos donde el vacío existe tan democrático que victimizarse vuelve a ser inútil.
Como respirarte.

Ella camino sin rumbo cierto, no existía un camino “probable” ni un después “comprobable”.
Los finales siempre se le figuraban como ruinas en constante reconstrucción, ahí la susceptibilidad vacilaba y todo caía como aquella torre eterna que solo le enseña con dolor.
Con todo lo de izquierda.

Pateaba moneditas deshidratas por todo tipo de desvalorización, de nuevo digo, el miedo al final, el apuro que acaba por conquistar la narcótica aceptación que se clava en toda alma enmohecida por el suicidio de la fe.

Lo cruzo sin mirarlo,
él titubeo, de nuevo
era ella.

La perdió en un sinfín de laberintos eclipsados, ávidos de la alquimia que devora el tiempo: la experiencia.
Ella caminaba decidida mientras el derrumbe era inevitable, los ladrillos caían y rompían la firmeza del suelo estimado por la seguridad cotidiana.

Rompe, dale, el suicidio es dejar todo inmutable, todo impermeable, todo quieto.

El quiso alcanzarla, construyo su nave con las espinas de un rosal y empredió su vuelo imaginario.
Pero ella caminaba, y las nubes desangradas por la nave mancharon su pelo.
El diluvio creció,
ella camino,
él volaba,
el horizonte dividió el destino.

Ciegos, construyendo los muros del después llegaron a la casa del nunca.

Nadie sabe cómo olvidar, ojala nunca se olviden de caminar.

1 comentario:

sr. sosiego dijo...

aunque ciego, siguen caminando

ojalá nunca pierdan las piernas