12.08.2010

Mi energía lo salva.
Con una dádiva final, con su ultima fuerza, levanta su remera y dirige mi mano hacia el dolor.
Lo salva.
Por un momento, mientras dura el instante de transmisión la vida confronta la situación y se olvida de rendirse. Ya pago, sé que ya pago, intento intervenir y le cuento a mi Dios que esta pena se termino.
Pero la condena dirige la actuación, el escenario esta semi desierto. Todos, absolutamente todos, buscan huir, agazaparse indignamente para estar a salvo o al menos intentarlo.
Hoy todo es torpe, huele a final eclipsado, la fe alarga el genocidio de nuestra mente.
Sonríe. Me gusta verlo sonreír. De repente lo recuerdo iluminado, radiante de ilusión.
Tan devoto cómo cuando cree en mi.
Lo salva.
Encontró un instante de amor.
Y lo salva.
No sabe bien que es y yo tampoco. Simplemente el puente nos unió y ahí esperamos que la luz suceda. De repente mi mente se nubla y el sufrimiento de la otra habitación me habita.
Elevo los ojos y le pido que me olvide de mi, que no sea mi pena mas importante.
El alivio no llega, para ninguno de los dos.
Abre los ojos al verme llegar y ansió cristalizarlo, envolverlo en el aire, arrancarlo de su karma.
No puedo, lo sé.
Acepta, por favor acepta,
a vos te salva,
y yo solo rezo por vos.

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